En prolongación de la sierra del Madero hacia el norte, la orografía se va haciendo más abrupta. Entramos en un paisaje profundamente modelado por la ganadería, practicada en esta tierra, por lo menos desde los primeros asentamientos en el S. IV a. de C. de la «Cultura Castreña Soriana». Predomina un paisaje de bancales de cultivo abandonados, ahora colonizados por especies espinosas adaptadas al pastoreo, como la aliaga (Genista scorpius). Se hace patente el intenso uso de estas tierras reflejado en diferentes formas de erosión, en contraste con los reductos de vegetación exuberante de hayas, rebollares y dehesas donde apenas ha quedado marcada la impronta del hombre. En pocos lugares como éstos, se puede pasar en unos metros, como si se cruzara una puerta, de una zona árida de matorral propia de regiones del mediterráneo, a un umbrío bosque de hayas, comunidad vegetal atlántica por excelencia. La situación geográfica de esta porción del Sistema Ibérico le permite recoger influencias del Atlántico y del Mediterráneo, dando lugar a un clima de transición que incorpora componentes naturales de estas dos grandes áreas. El rebollo y quejigo, especies de transición, sustituyen a la encina, especie mediterránea, en zonas más húmedas. Cuando nos aproximamos a las sierras de Montes Claros, Tabanera y Cebollera, aumenta la componente atlántica del clima, y el rebollar es reemplazado por el hayedo en las exposiciones norte y en hondonadas por encima de los 1.200 m. de altitud, donde en algunos casos, ha ocupado su lugar el pinar de silvestre.
Además, aparecen enclaves de robledales húmedos, con exigencias intermedias a las de rebollos y hayas. Tras la degradación de hayedos y robledales prolifera el acebo, y en ocasiones forma bosques. El recorrido pasa por nueve despoblados, de entre los más de treinta existente en la comarca, algunos de ellos con casas rehabilitadas como segunda residencia. El abandono definitivo, se produjo tras la crisis socioeconómica de los sesenta que sufrió la comarca. Aunque este proceso de deterioro viene desde muy atrás, después del decaimiento de la Mesta en la segunda mitad del S. XVIII, cuando España perdió la hegemonía comercial de la lana en Europa. Esta situación propició el abandono de la actividad, sobre todo de una oligarquía ganadera que concentraba la propiedad del ganado trashumante, ya desde el S. XVI (El 58% del ganado pertenecía al 3% de propietarios procedentes de la nobleza).
Con lo cual, la economía de la zona quedó en una situación precaria, sin posibilidad de asimilar su producción lanera, al no llegar a cuajar una industria de manufacturas locales capaces de convertirse en un factor de dinamismo económico y social. Las consecuencias a medio plazo fueron el anquilosamiento de su economía y una emigración creciente. De la Mesta nos quedan las casas nobiliarias blasonadas y las vías pecuarias de la Cañada Real Soriana Oriental, en Tierras Altas, y de la Cañada Real Galiana, en El Valle. Actualmente la zona sigue en retroceso; una mayoría de los pueblos no llegan a los 50 habitantes y la vida social de la comarca gira entorno a unos pocos pueblos de unos centenares de habitantes, como San Pedro Manrique, Almarza y Valdeavellano de Tera. Está emergiendo una pequeña industria agroalimentaria que, junto a su reducida actividad agrícola y ganadera, constituyen la base de su subsistencia. En El Valle han surgido varios alojamientos turísticos, y el despoblado de Valdelavilla se ha recuperado como Complejo de Turismo rural, dando los primeros pasos hacia nuevas alternativas económicas. Algo peculiar de la zona, e importante foco de atracción turística, son los yacimientos de huellas de dinosaurios que datan de la época cretácica, hace unos 120 millones de años.
En lo que respecta a los espacios naturales de la red ecológica europea «Natura 2000» esta parte del GR transita por el LIC y ZEPA Sierras de Urbión y Cebollera y los LIC Oncala-Valtajeros, Riberas del Río Cidacos y afluentes y Riberas del Río Duero y afluentes.