El paisaje de las partes más bajas y áridas de las cuencas del Jalón y Nágima está formado por un complejo mosaico de cultivos cerealistas y de cerros multicolores de yesos, arcillas y calizas, que configuran un singular ambiente estepario tanto para las aves como para las plantas. Esta área es una de las más secas de la provincia de Soria y de Castilla y León, con escasas precipitaciones que dan lugar a un clima subdesértico.
La vegetación arbustiva que tapiza parcialmente los suelos desnudos imperantes en la zona es rica en labiadas aromáticas como romeros, salvias, aliagas y tomillos, acompañadas de otros arbustos de escaso porte especializados en vivir bajo condiciones de aridez. Son estas comunidades arbustivas muy singulares, propias de climas casi desérticos, consideradas como hábitats naturales de interés prioritario en Europa debido a la flora extremadamente rara que albergan, exclusiva de unos pocos puntos de España. En las zonas más altas y hacia el norte encontramos auténticos islotes de encinares, quejigares y sabinares que emergen en la vasta extensión agrícola de los altos campos de Gómara. Encinas y quejigos se alternan formando un bosque denso y compacto, restos de la vegetación mediterránea que alguna vez cubrió esta parte de Soria.
Las sabinas y enebros aparecen en las áreas más altas y rocosas de la comarca, como en las parameras próximas al Moncayo y en la sierra de Miñana, frecuentemente interactuando con encinas y quejigos. Especial mención merece el embalse de Monteagudo de las Vicarías, posiblemente el humedal más rico desde el punto de vista ornitológico de la provincia. Destacan las poblaciones de zampullín cuellinegro y pato colorado, además de otras especies nidificantes y migradoras, que aprovechan sus aguas para descansar y alimentarse. En sus alrededores se encuentran especies de aves esteparios. Es esta una tierra fronteriza, la Raya, límite entre Castilla y Aragón. La historia desde el periodo medieval ha estado protagonizada por las conocidas como villas o plazas de frontera, protegidas por castillos y recintos amurallados frente a los ataques enemigos. En los cascos históricos de Monteagudo de la Vicarías, Serón de Nágima, Deza o Peñalcazar, pueden verse restos de estas defensas, además de otros vestigios de su pasado. Completan el entramado defensivo, castillos roqueros como los de Cihuela, Ciria o el Castillo de La Raya, sobre destacados puntales y espigones, controlando los caminos que ascienden por los cursos de los ríos Manubles, Caraban, Henar o Nágima.
En el fondo de los valles de los afluentes del Jalón aparece un característico paisaje de vega, recorrido de canalizaciones que suministraban agua para regar las huertas y para el funcionamiento de los molinos hidráulicos. Por las laderas aparecen algunos frutales y viñas, que hoy han desaparecida, pero que han dejado como herencia bodegas como las de La Alameda o Albalate. En las sierras del norte se explotaron sus riquezas minerales, como el hierro de la Mina Gandalia de Borobia o la de pirita de la Mina de Peñalcazar, que han dejado profundas marcas sobre el terreno.